Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea de Annabel Pitcher – reseñas de cuarentena – 13

Aunque su nombre podría armar colección junto a “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” de Oliver Sacks (obra maestra, y que tiene hasta una ópera de Phillip-soy repetitivo-Glass) o con “El extraño incidente del perro a medianoche” (que va comentado la próxima semana, guau), el caso es que este libro trata precisamente de eso. No es una metáfora, sino la pura y muy triste verdad: para Jamie, el británico protagonista de como diez años, su hermana vive sobre la repisa de la chimenea, porque está en formato cenizas, después de morir en un atentado islámico.

Ay.

Pero si su muerte es la base del problema, son los vivos quienes han construido el actual edificio de la desgracia (esta sí es metáfora) donde habita Jamie. Por un lado, su ya adolescente hermana, que como fue melliza de la RIP del título, puro se autoagrede: malos piercings, mala uva, malos teñidos de pelo, mal apetito, mala actitud. Mal. Por otro lado está el padre de familia, que está hundido en una depresión grado Dios del Antiguo Testamento, y en alcohol también. Digamos que el ser vivo más positivo de esa casa es el gato (esta vez no es broma). Y una mamá que huyo de la misma, porque optó por abandonarlos y rearmar su vida con un ex compañero de terapia. Oh.

Hay que consignarlo: esto de la mala madre es bien (mal) escaso en la literatura juvenil. En la infantil ya no tanto, porque nos reímos (ja ja) con la satánica mamá que le da comida de perro a sus hijos en “La peor señora del mundo” de Hinojosa, o con la oligofrénica progenitora de “Matilda” de Dahl, pero cuando la mala madre huele a más naturalista/realista, digamos que es un tema in-có-mo-do.

En fin. A pesar de lo amaaaaaargo de todo, la gracia de doña Annabel Pitcher, la autora, es que la simpatía de su protagónico ayuda a compensar/matizar, todo el rato. Aunque a ratos da penita, y harta, por su obsesión con una polera del Hombre araña que cree le regaló su mamá (vieja de mierda). Y lo otro que ayuda a sentir UWU por él es que se ha hecho amigo de una niña paquistaní. Y digamos que el amor por Alá del padre de familia está en nivel menos que cero, precisamente por aquello que está sobre la chimenea del título.

En resumen: risa + llanto = drama. Gran libro. La autora tiene dos más con títulos magistrales –“Nubes de kétchup” y “El silencio es un pez de colores”- que, efectivamente, tienen grandes títulos. Fin.

Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea. Siruela, España. 232 páginas. ISBN 9788498415445

Tuck para siempre de Natalie Babbitt – reseñas de cuarentena – 12

En literatura, al igual que en música, hay one hit wonders. Porque ¿qué otra canción se mandaron los de “Video killed the radio star”? Ninguna. O los Chumbawamba. Cero brillo, aparte de esa que es bien fiestera, como la “Barbie girl” de los Acqua (y arde la Blondie, OMG). Y así podríamos seguir procrastinando en onda Spotify, pero la idea es hablar de libros. Y el de hoy es otro bien poco conocido en Chile, mientras en las tierras del rubio aquel es un clásico contemporáneo de la literatura infantil y juvenil. Se trata de un libro no tan prolífico en páginas, pero muy enjundioso en su trama: “Tuck para siempre” (aunque hay una traducción medio trucha y más vendedoraza en su título: “El misterio del manantial”… uuuuuh, el misterioooooo, del manatiaaaaaal).

Esta es una novela de época, pero no rancia (aunque es del siglo XIX y campestre, pero no os preocupéis) y trata sobre un clan familiar, los Tuck, que tienen un tremendo secreto. Pero como para hablar de este libro hay que contarlo, aquí va: son eternos. No son vampiros, que es lo primero que se les va a ocurrir. Ni zombis tampoco. La respuesta está en el título aquel: un misterioso manantial escondido que vuelve irrompibles e ininvejecibles a los que beben de sus aguas. Entonces los cuatro miembros de la familia Tuck, y su caballo (jaja, me imaginé un hamster eterno, dando vueltas y vueltas y vueltas), son inmortales. Y el problema, el quid, el meollo de esta historia, aparte de los ambiciosos que felices embotellarían esto (onda Eternal Cola, por ser), hay una niña Winnie que está enamorada de Jesse Tuck. El problema es que Jesse es como si Gastón Soublette estuviera dentro del cuerpo de Zack Effron, algo así, para que entiendan. Entonces, porque iguals es algo frescolín, está en el gran dilema: pedirle a la chiquilla de diez años que tome del manantial, pero en unos siete años más, cuando esté lista para quedar igualita a sí misma para siempre, igual que Jesse/Gastón.

Buena la historia ¿cierto?

Lo bueno es que la trama y los personajes, y la idea, la idea, es brillante. Y el final es tan triste/melancólico/maravilloso/OMG que cuando vean la horrible portada color amarillo hepatitis, el papel roñoso de las páginas y que tampoco es tapa dura ni con chorrocientas páginas, no se equivoquen. Porque es uno de los mejores libros sobre el sub género de bendición/maldición (lo acabo de inventar) que hayan leído. En serio. Y se ve tan rasquita en su versión en español que uno ni se espera el tremendo llanterío final (uno que es sensible, eso sí).

Ah, y lo escribió Natalie Babbitt. One hit.

Tuck para siempre. MacMillan, Estados Unidos. 152 páginas (poquitas, vieron). ISBN 9780374480110

El dador de recuerdos de Lois Lowry – reseñas de cuarentena – 11

La palabra de hoy es: distopía. O sea, si el mundo en que se vive es con dos deditos hacia arriba y carita feliz = utopía (aunque al que inventó esa cosa igual le cortaron la cabeza, ese con nombre de calle, el Tomás Moro). En cambio, si este mundo inventado es como el ajo, ahí estamos hablando de distopía. Y si en el colegio -durante la entretenida educación media- la oferta va por el lado de “1984” de don Orwell, y “Un mundo feliz” de mister Huxley (que tiene una segunda parte hórrida de mala e infeliz), con una tiranía totalitaria en la primera y con una sociedad buena para hacer cochinadas libremente y tomar pastillas de la felicidad, la segunda, hay otro lugar al que no nos gustaría ir (no, no y no), creado por una autora nacida en las tierras de Lilo y Moana: Lois Lowry.

Esta señora (en Chile no la dejarían pasear, por oldie) ha escrito libros para más chicocos, con uno que es ácido y malvado y gracioso llamado “Los hermanos Willoughby” (un apellido tan difícil de escribir, que cuando un Willoughby chileno sacó un libro de cocina, lo escribieron mal en la portada. Penita). Este libro les puede sonar porque en Netflix estrenaron recién una peli de animación basada en él. Y se pasan un poco de listillos, porque si la trama ya es delirante (grupo de hijos con unos padres onda lords en casona gigante que no los pescan ni en grado mascotas parlantes, y de ahí parte la locura del argumento), como que le ponen más absurdo aún y -me disculparán-, pero termina siendo un poquito indigesto. Mejor dosificado está en el papel, en este caso. Y otro de los hits de esta hawaiana de nacimiento es más en onda realista, con una joven heroína escolar durante la ocupación nazi en Copenhague (linda ciudad, con una estatua de La Sirenita de Andersen, financiada por una cervecería. Ay, que distópico, ya que estamos). Este es más realista/serio/histórico/eso.

Pero el tema es “El dador de recuerdos”. Se trata de un mundo PERFECTO, pero que, como bien reza el refrán abuelístico: “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Entonces, será muy ordenadito y futurista, sin dolor ni crédito CAE, pero hay un sujeto que es como el disco duro con patas de todo esto. Y al protagonista adolescente, al que quieren de reemplazo 2.0 del viejo memorioso, como que se empieza a dar cuenta de que hay un costo pequeñín para alcanzar tanta maravilla (ironía. Porque, vaya spoiler, hasta sacrifican ¡¡¡A UNA GUAGUA!!! y todo por el bien común, dicen. me acuerdo y se me vuelve a apretar la guata).

Por lo anteriormente dicho, este es un libro amado/odiado en las escuelas gringas. Y no es uno, son cuatro en total: “En busca del azul”, “El mensajero” y “El hijo” son los siguientes, que igual son buenitos pero no al nivel kaiosama del primero. Ojo que de todas formas, el primerísimo se puede leer solo, con su final abierto y harto trauma para la casa. ¿No querían una distopía, ah?

Dato práctico: Los cuatro están en editorial Everest y el primero en Destino, pero es más caro ¿Será que pagaron mucho por poner el afiche de la peli en la portada, ah? Porque tienen la misma cantidad de letras y se muere la misma gente. Se pasaron.

El dador de recuerdos. Everest, España. 176 páginas. ISBN 9788424159535.