Buenos presagios de Terry Pratchett y Neil Gaiman – reseñas de cuarentena – 29

Bueno, para subir un poquito el rating, vamos por un libro con fans irrestrictos. Porque “Buenos presagios” es algo parecido a los Travelling Wilburys (en onda country), Asia (en onda prog/rock/Ortega) o, mucho más modestamente, como Los perseguidores de Rita (una pura noche en la Nonna Jazz, años ochenta, Upa! + Electrodomésticos, oh viejazo). En fin. Porque habemos millones de amantes de Terry Pratchett (snif) y en menor-medida-pero-igual de Neil Gaiman, y que ambos se hayan prestado a esta única colaboración, única y no más, nos deja en claro que estos accidentes astrales son únicos (aunque “La tierra larga” de Pratchett y Stephen Baxter igual está 9 de 10, mientras la de “Interworld” de Gaiman con Michael Reaves es ahícito no más, y fin del meandro).

En este libro que durante décadas fue inhallable (los autores decían que siempre les llegaba alguno en las firmas, roñoso y hualaliento a nivel estudiante por Zoom), gracias a la miniserie de Amazon (que no está mala, oh sorpresa, pero igual es mejor la portada con el diablo copeteándose), los avispados (alguno hay) de Planeta lo han reeditado. Entonces, como estas situaciones son como los accidentes astrales, hay que ir por el propio ¡ya! Y para quien no sepa de qué trata, es sobre un demonio y un ángel que son como Sam y Ralph de los Looney Tunes -ese del perro ovejero y el lobo-, o sea, que cuando hay que trabajar, trabajan, y cuando no son hasta amiguis. Azirafel y Crowley se conocen desde el issue de la manzana (Adán + Eva) y han tenido que estar mega alertas por siglos, debido al probable cumplimiento de las profecías de Agnes La Chalada, una mística que publicó sus profecías en el siglo XVII con absoluto fracaso en librerías, aunque por otro lado la vida misma ha ido calzando -peligrosamente- con sus presagios. Y el último es de acabo de mundo, cabritos.

Completan el reparto el hijo de Lucifer, una orden de monjas satánicas, una chiquilla de nombre Anatema y otro más conocido como Culogordo, y -si seguimos con el listín- también los mismísimos jinetes del Apocalipsis (donde Peste fue cambiado por Polución, aunque hoy podría volver a su antiguo ethos, ¿o no?).

En fin. Es un libro que crea fanáticos, único en su especie, muy gracioso (ese es nuestro Pratchett), que nunca tuvo secuelas y que es una muy buena puerta de entrada a ese gigantesco universo que es Mundodisco (ese sin Gaiman).

Buenos presagios. Minotauro (antes era de Timún Mas), España. 400 páginas. ISBN 9789569957017.

Crezco de Ben Brooks – reseñas de cuarentena – 28

A ver: este libro trae drogas, alcohol y sexo inseguro, por lo que -obviamente-algún sagaz editor lo calificó en tiempo record como el nuevo Holden brit y tal. Además, como su autor, Ben Brooks, lo había concebido justito antes de su mayoría de edad, la mesa del escándalo estaba servida. Pero como sus líneas están escritas con pachorra y mala uva, sin dejar de tener una capa freática de cariño del verdadero, realmente es digno de lectura (aunque no es del tipo “mire, diga que se le recomendó el adulto a cargo”, ojo bibliotecarixs). El protagonista es Jasper/Ben -para qué estamos, debe ser medio biográfico-, un cabro tóxico clase media (pero chilena, o sea, de cartón), al que recién le cambió la voz, con intereses literarios -sin dejar los videojuegos-, que anda por la vida a medio filo mientras se las va dando de escritor (con caña), sin mucha línea argumental, pero sí con mucha intensidad.

Después de este libro fue publicado su “Lolito”, que es más amarguete y que tiene críticas divididas (un servidor se encuentra, precisamente, en la frontera de la recomendación), antes de “Hurra”, que trae una historia de suicidio adolescente y que fue calificado por el diario El País como una “cerveza tibia” (Uuuuuuuuh).

El tema es que el último libro de este autor es “Cuentos para niños que se atreven a ser diferentes”, que es de un oportunismo tal que deja en claro que Ben ya no está para fiestuzas ni para dormir en el suelo y que su “Crezco” ya lo saluda desde lejitos, en la lontananza de su pretérita genialidad, porque Ben ya creció hasta convertirse en un adulto que paga cuentas y tiene su precio.

O sea, puro “Crezco” y chao Ben. Fue un gusto.

Crezco. Blackie Books, España. 248 páginas. ISBN 9788416290796

El árbol de las mentiras de Frances Hardinge – reseñas de cuarentena – 27

A ver: este es un libro densito, oscuro y escrito con lentitud (porque se lee igual un poquito idem). Pero la onda gótica, ominosa (gran palabra: gracias Lovecrafito adorado), viene de perlas a la historia. En un escenario lluvioso y victoriano -a todo corsé- se desarrolla la historia de Faith, nuestra heroína, cuyo papito es un gran naturalista en la previa del boom darwiniano. Y -sale spoiler- el caballero fallece, no se sabe si por propia mano o no. Es entonces que con su Edipo investigativo desatado, la protagonista se va dando cuenta de algunas verdades incómodas respecto a su papi, aparte de cachar mejor el rol de su invisibilizada madre. Y haciendo un zoom back, le saca la foto a la sociedad toda, donde doña Faith figura como una emancipada antes de tiempo, por lo que es considerada -siendo suavecitos- una cabra insolente y levantada, insoportable y que cacha poco del rol de la mujer de su heteronormativa época: poco o casi nulo.

Si alguien leyó a nuestra adorada Calpurnia Tate (se comentó la portada, pero todavía no el interior), se le vendrá a la cabeza ese escenario semejante, algo científico con heroína que quiere evolucionar, a la par de las teorías evolutivas. Pero en “El árbol de las mentiras” el lado científico toma un desvío hacia lo fantástico, con una especie vegetal realmente ominosa (yes!) que le da su nombre a esta maravillosa novela.

La autora, Frances Hardinge, que es descrita por algunas de sus fans como de rasgos élficos (ver foto), es también perpetradora de dos libros que pediremos cuando haya plata: “La voz de las sombras” y “La canción del cuco”, cuyas historias se ven igual de ominosas, la palabra que auspició el programa de hoy.

A ver: este es un libro densito, oscuro y escrito con lentitud (porque se lee igual un poquito idem). Pero la onda gótica, ominosa (gran palabra: gracias Lovecrafito adorado), viene de perlas a la historia. En un escenario lluvioso y victoriano -a todo corsé- se desarrolla la historia de Faith, nuestra heroína, cuyo papito es un gran naturalista en la previa del boom darwiniano. Y -sale spoiler- el caballero fallece, no se sabe si por propia mano o no. Es entonces que con su Edipo investigativo desatado, la protagonista se va dando cuenta de algunas verdades incómodas respecto a su papi, aparte de cachar mejor el rol de su invisibilizada madre. Y haciendo un zoom back, le saca la foto a la sociedad toda, donde doña Faith figura como una emancipada antes de tiempo, por lo que es considerada -siendo suavecitos- una cabra insolente y levantada, insoportable y que cacha poco del rol de la mujer de su heteronormativa época: poco o casi nulo.

Si alguien leyó a nuestra adorada Calpurnia Tate (se comentó la portada, pero todavía no el interior), se le vendrá a la cabeza ese escenario semejante, algo científico con heroína que quiere evolucionar, a la par de las teorías evolutivas. Pero en “El árbol de las mentiras” el lado científico toma un desvío hacia lo fantástico, con una especie vegetal realmente ominosa (yes!) que le da su nombre a esta maravillosa novela.

La autora, Frances Hardinge, que es descrita por algunas de sus fans como de rasgos élficos (ver foto), es también perpetradora de dos libros que pediremos cuando haya plata: “La voz de las sombras” y “La canción del cuco”, cuyas historias se ven igual de ominosas, la palabra que auspició el programa de hoy.

El árbol de las mentiras. Bambú, España. 488 páginas ISBN 9788483435144