Ya. Este sábado responderé de todo (menos sobre fútbol, religión, política, ni el clima) por acasito. Así que si hay niñxs leyendo mis libros para el colegio, es la ocasión de hacer la tarea. Eso (tampoco hablaré sobre qué champú uso, que además me dura como un año sosí).
Llegó caro, pero ahora está en bolsillo (el de la gaviota y el gato también era re caro al comienzo, y ahora menos, pero iguals). Se trata del maravilloso e inigualable “El curioso incidente del perro a medianoche” del brit Mark Haddon. Su protagonista es el francamente inolvidable Christopher John Francis Boone, un cabro de 15 años al que le patea eso del eufemismo “con necesidades especiales”, porque es Arperger a secas. Tiene memoria eidética (¿no les gustaba leer? Busquen en el diccionario, pues) y tiene una cosa titulada Síndrome de Sabio, o sea, es un balazo para la ecuación, la suma, la resta y el 3,1416 y los números que siguen (él sí se los sabe todos). Pero eso es en genérico. En particular le gusta la comida de color rojo, las listas y su ratón mascota (en un colegio conocí a un mister Asperger obsesionado con los piratas, en otro a un mister que se sabía hasta el nombre del último ewok de Star Wars y finalmente a alguien -que me hizo llorar (sensible)- que me hizo a mí en plasticina, con toda la familia Cabello, snif. AMO). En fin. El tema es que en la calle de Christopher aparece el perro de una vecina ATRAVESADO con uno de esos tridentes como de Satanás (pero que son como para el heno, no se pongan tan 666). Entonces nuestro protagonista se pone en modo Sherlock, pero Sherlock Asperger, o sea, recopila datos que nadie más, pero le falta el ítem empatía para traducirlos. Y nosotros, los lectores de su largo informe, puro queremos decirle “espabila Christopher”, pero no se puede (porque estamos al otro lado de la cuarta pared esa).
La historia tiene a un papá que le ha dicho a su hijo (el Chris) que su madre está RIP, pero… (suspenso). Y tiene en su reparto al ratón, Toby, a la consejera del colegio, que es la que más entiende al protagonista, y a los ACAB que a veces atinan y a veces nada de nada (nada). La verdad es que se trata de una novela que debiera ser obligada en los colegios, porque ya hay hartos “libros que tratan de temas” al respecto en formato libro álbum, pero en estas cantidades, con hartas letras, no.
El Haddon escribió un libro para adultos, medio comedioso, pero no (“Un pequeño inconveniente”: el de haberlo comprado, jaja). Tiene harta literatura para más chicocos, pero el único encontrable en español es “¡BUM!” (tampoco, Mark). En cambio, salió hace poco uno de cuentos para adultos que es MACABRO. Es como si el Ian McEwan de sus comienzos, cuando le decían Ian McCabro precisamente, se hubiera reencarnado en nuestro Mark y se hubiera dictado vía tabla ouija este ramillete de relatos que a uno lo dejan MAL. Escritos maravillosamente, pero mal igual. Se llama “El hundimiento del muelle” (me acuerdo y me tomo la tira completa de ranitidina).
Y como no todo es ficción, para el que quiera complementar, allí está “Un antropólogo en Marte” de Oliver Sacks (le amamos). Es un relato clínico (entrete) que cuenta la historia de Temple Grandin, una dama autista que es especialista en métodos menos cruentos de sacrificio de animales (¡vino a Chile! Invitada por el SAG). Ella cuenta que se siente como un terrestre que, si le tocara estar entre marcianos, no les entendería nada (obvio: son marcianos, doh). Entonces, entre nosotros lo pasa igualito: nos tiene que “traducir” todo el rato, aparte de copiar nuestros gestos sin sentido para hacerse entender. Maestra. Tiene charla TED, por siaca. Y, para terminar, hay una obra de teatro del libro recomendado hoy (y no sacrifican un perro cada noche, no sean lesos).
El curioso incidente del perro a medianoche. Salamandra, España. 272 páginas. ISBN 9788498383737
Y uno que pensaba que este Art, de apellido Spiegelman, dibujaba sencillito, como con el vuelto del pan, estaba requete equivocado. Porque después de leer “Metamaus”, que se lee después de “Maus” (para que aproveche el metagasto, ¿no?), ahí están los kilos de bocetos previos. Así que eso de que parecía súper copiable, fíjate que no (nota mental: ¿se han dado cuenta de que lxs niñxs chicxs imitan los dibujos de Oliver Jeffers sin ni avergonzarse y con entusiasmo? Fin de la nota). En fin. Para quien no conozca esta novela gráfica “Maus”, ganadora de un Pulitzer y tal, se le advierte que se ha perdido una iluminación completa y un cuarto de su resurrección.
Esta es la historia de Art, que aparece en el libro como ratón, al igual que su padre Vladek y cualquier miembro del pueblo judío en la trama. Los nazis son gatos y los polacos gentiles, chanchos. Art es un comiquero underground neoyorquino, que ha publicado por ahí, en pasquines, y que quiere reconstruir la historia de sus padres durante el holocausto. Entonces, la trama le lleva metalenguaje, con las conversaciones entre Art y su papá sobreviviente, que a ratos es INSOPORTABLE (ha quemado los escritos de la mamá de Art, que se suicidó. se ha vuelto a casar y trata como el ajo a la nueva esposa. es tacaño en grado caricatura. y un largo etcétera). Esta tensión permanente -porque es un sobreviviente, aunque a ratos su hijo quiere puro matarlo (en figurado, plis)-, hace que “Maus” sea un relato histórico + tremendo drama personal. Por eso, obra maestra (también pueden verse las como diez horas de “Shoah”, pero aquí hablamos de libros).
Ojo que se trata de dos volúmenes. El primero fue publicado en español por Muchnik (CARíSIMOOOOO), así que me lo leí paradito en la librería Altamira del centro (modo universitario del siglo pasado). Después han sido editadas versiones de Emecé (con traducción de César Aira… ¿será mejor?), Planeta, Norma España, hasta la que está disponible hoy, con los dos volúmenes juntitos, en Random (no tan cara. Y no es gasto, es inversión). Aparte, si la idea es engrupirse a lxs cabrxs para que lo lean (aparte de que no es pura letra y tiene muchos monitos), hay mucho material para dar la lata en “Metamaus”. ¿Lo mejor? Viene un comic breve de Spiegelman en una conversa peripatética con Maurice Sendak . Y ahí el Art dice que no sabe dibujar… entonces, moraleja, hay que puro aplicarse. Porque un defecto llevado a su extremo se convierte en virtud, como dijo Huidobro (cuando me ponga muy Warken, avisen plis).
Maus. Random House, España. 296 páginas. ISBN 9789873650383