Revista de Libros de El Mercurio | En primera persona

“En lo inmediato, ya tenemos una editorial interesada en los mini Cuentos en cuarentena que publicamos en redes sociales (FB) junto a Fabián Rivas (y que están disponibles, los 40, aquí ). Actualmente estoy recomendando a diario un listado de 100 libros juveniles, los grandes abandonados por la prescripción, también en mis redes sociales. Por lo mismo, harta lectura y relectura en confinamiento. Y harto Kindle (para así poder leer al tiro el último libro de David Foenkinos, Dos hermanas, y quedar algo plop con su final).

Para la imprenta, ahí están uno sobre un mini chef Down experto en recetas con huevos, para Santillana, y otro sobre comida chilena a escala infantil, para SM, reacomodándose dentro de los planes editoriales pospandemia. Hay otro par de libros en conversaciones, pero difusas aún.

Aparte, escribiendo algo -además de los cuentos y las reseñas-, volviéndome a enamorar de un autor como John Connolly (gracias a la serie “Bosch” y a la película “The Lincoln lawyer”), viendo un bellísimo animé sobre un departamento editorial especializado en hacer diccionarios (“The great passage”, en Amazon), cocinando a diario y haciendo reseñas de comida por delivery para la revista Wikén. Y tratando de encargar un pijama de polar de Charmander, porque de Pikachu no hay en XL, para ponerle más color a los saludos que me piden grabar desde los colegios, para animar a la lectura de mis libros. Todo sea por la primera línea de la educación.”

El océano al final del camino de Neil Gaiman – reseñas de cuarentena – 7

En elegante se dice “golpear el avispero”, pero ya que vamos en el libro siete, seremos más informales y procederemos a “patear la jaula”. Porque pese a amar mucho de la obra de don Neil Gaiman (menos su peli con Dave MacKean, que es un puro flop), este maravilloso creador de argumentos no es muy ducho en los buenos cierres de sus libros extensos. Ya, está dicho. Pasa en “Neverwhere”, en “Stardust”, en “American gods” (oh sí, y en este caso si que pasa), en “Los hijos de Anansi” menos, en “El libro del cementerio” también. En “Coraline”, un maravilloso libro que le gusta a todxs (es que es sustito gótico con súper protagonista cromosoma XX), el calce del final pasa raspando, digno, pero la orquesta de ratones… anda ya, Neil. Con una narración cortita, como “El galáctico, pirático y alienígena viaje de mi padre”, lo logra (su kriptonita son las novelas, las larguezas ficcionales, parece), lo mismo que en sus libros álbum del panda ese que estornuda y todo queda como Plaza de la Dignidad el día después. En fin. Con “Mitos nórdicos”, que toma las historias del loco Walhalla y las escribe en informal, como es la tradición la que va dictando los finales, todo ok. Pero, pero, ojo que hay un libro en que todo calza Pollo. Y ese es “El océano al final del camino”.

El protagonista, un sujeto cuarentón, decide visitar la casa en la que vivió cuando niño. Allí vivían las Hempstock, un grupo familiar atípico que arrendaba piezas y cuya integrante menor, Lettie, se hace amiga del mini protagónico. En este ambiente enigmático/gótico/nebuloso van ocurriendo diversas situaciones, pero es cuando un ser ominoso -que tiene el poco amedrentante nombre de “pulga”- se introduce en el niño que las cosas se alteran. Y el remedio, digámoslo, como que nunca termina de concluir.

Este sí que sí cierra impeque.

Y como complemento para el combo Gaiman, si alguien quiere sus aros de cebolla, allí está un capítulo en especial de Sandman, el comic que este cabro ayudó a redefinir (también se habla en docto aquí). Y de esto trata: este ser que da su nombre a la trama, el Señor de los Sueños, reúne en un bosque a Shakespeare y compañía para montar “Sueño de una noche de verano”. Y el público es ¡Oberón, Titania y toda la troupe original, hasta con Puck dejando la mansaca durante la presentación, viéndose representados por humanos! ¿Cultura popular, esa, la del comic? Jo jo. Ándate a ponerte al día con el bardo de Avon antes de leer más monitos como estos.

El océano al final del camino. Roca editorial, España. 240 páginas. ISBN 9788416240340.

Scott Pillgrim de Bryan Lee O’Malley – reseñas de cuarentena – 6

Ya, mucha letra, así que vamos un rato por los dibujitos. Y como hay más de algún niñx que vio la película (delirante, del mismo dire de la desopilante Shaun of the dead, algo así como steak and kidney pie + zombis), así podemos embutirles (de eso se trata, jajaja, ¿o no?) una saga de seis ejemplares dibujados y concebidos en su integridad (menos el coloreo, en la versión gringa) por el canadiense Bryan Lee O’Malley. El protagonista, de 23 años, es como para cachetearlo más de una vez, porque a veces es un perfecto idiota, pero también nos cae bien a ratos (hay tantos amigos así, ¿no?), así que iguals es posible empatizar con él (y su nombre viene de una canción del grupo de puras chicas Plumtree, cuyo videoclip tienen que ver. Son magistrales, pero se disolvieron -el grupo, no sus humanidades- hace como dos décadas = viejazo. Tienen tres discos, puras joyas).

El sujeto este, el Scott, se debate entre el amor de la preadolescente Knives Chau y su obsesión por la multiteñidora de su pelo, Ramona Flowers. Aparte, comparte habitación con el cínico y muy gay (él se define así, ¿ok?) Wallace Wells y toca el bajo con el grupo Sex Bom-omb. Pero es su coqueteo con Ramona lo que trae una cola inesperada: los siete exnovios malvados (SPOILER= uno es una), contra los que debe luchar en una serie de batallas entre surrealistas/ácidas y en plan videojuego. Todo en una estética bien de manga y con mucho humor (yes!).

Antes de forrarse con esta saga (que también tiene videojuego. O sea, analízate esta intextualidad, Gemma Lluch), este joven O’Malley escribió una novela gráfica sobre la búsqueda del interiorismo de uno mismo adolescente, durante un viaje en auto (o sea, un doble viaje, vaya). Esta MARAVILLA sólo ha sido editada en español por una comiquería mexicana, por lo que hasta que haya vacuna para el coronavirus, olvídense de leer “Lost at sea” (así, con el título en gringo, guey, quién sabe por qué). El otro libro de este autor es “Seconds” y llegó a Chile en algún minuto, pero es más para lectores tirando a los veintitantos, treintas, porque trata de una chef que está entera dudosa de su oficio, de independizarse, de sus amores y de un espíritu extraño que sale de un cajón. Entonces, para un lector de 18 o menos es lo mismo que ver “Escenas de la vida conyugal” de Bergman antes de haber recorrido alguna extensa meseta del afecto matrimonial = Zzzzzz.

Entonces, ya saben, son seis tomos. Igual es más barato que los manga regulares, que salen como a diez lucas el tomo y son chorrientos y en aumento por cada historia. Así que este canadiense es una ganga, visto desde esta perspectiva tan positiva y ahorrativa.

Scott Pillgrim 1 (Ustedes busquen el resto, vaya). Debolsillo, España. 168 páginas. ISBN 9788499081915