Primero que nada, soy papá de tres: Julián, el mayor, que inspiró en parte a Julito Cabello. María, la del medio, que inspiró en parte a María la Dura. Y Beltrán, el menor, que inspiró también en parte al Beltrán que aparece en los libros de la familia Cabello.
Yo, por mi parte, no tengo cabello. Y no soy flaco. Y la primera vez, no soy simpático… aunque se me pasa al tiro.
Hace mucho tiempo, en el siglo pasado, estudié periodismo. Y he hecho montones de cosas para pasarlo bien y ganarme la vida. He sacado fotos, fui crítico de cine (me pagaban por ver películas) y dirigí una revista de vinos (me pagaban por tomar vino). Ahora sigo siendo crítico de restaurantes de El Mercurio (me pagan por comer) y escribo libros para niños.
Y ¿por qué escribo libros para niños? Para hacerme millonario, pero me equivoqué (ja ja, looser). Igual gano algo de plata pero, al final, lo paso lejos mejor cuando algún lector me dice que le gustaron mis libros. En serio. Cuando un enano (bueno, niño o niña) se acerca y me cuenta que lo pasó bomba leyendo algo que escribí, les juro que siento como si me creciera el pelo (mentira, pero me siento MUY bien).
Por eso sigo escribiendo. Y les cuento que partí hace rato, con Las descabelladas aventuras de Julito Cabello, que NO ganó un premio en Colombia (en un súper concurso), pero a los vejetes del jurado igual les gustó y recomendaron que lo publicaran. Y así partió todo.
Después madrugué como dos meses (me levantaba a las seis) para escribir Julito Cabello contra la lata tóxica, un libro que me gusta harto (aunque hay gente que lo encuentra cochinón, y eso que la lata de caca REALMENTE EXISTE).
Y siguiendo con lo cochinón, inventé un libro en verso para niños más chicos, que se llama El aroma más monstruoso, que trata de una reunión de monstruos horrorosos que votan para elegir lo más hediondo y apestoso del mundo mundial. Pero antes hacen un coctel con legañas confitadas y sopa de ojos… un asco chistoso ¿no?
Entonces, un día de primavera primaveral, se me ocurrió la idea de Julito Cabello y los zombis enamorados, que es un libro que le encanta a las profesoras, porque tiene ese ingrediente perfecto: el amooooor. Y lo otro es que este amor se encuentra en… ¡la biblioteca! (gracias, amigas y amigos bibliotecarios, porque en el colegio yo era un NERD lector y sin vida y espinillento).
Después de este libro quedé absolutamente agotado, pero necesitaba plata para comprar los frenillos de los niños. Entonces escribí Las vacaciones atómicas de Julito Cabello, donde, aunque no lo crean, puse a mi hija María como guagua. Es que ella me alegaba que no aparecía en mis libros. Y por eso le dediqué el de los zombis. Pero además, entre medio, le inventé una historia absolutamente para ella: María La Dura en No quiero ser ninja. Y con ese libro me gané un premio, el Barco de Vapor ¡yes! Y la invité a Buenos Aires.
Pero esto no termina aquí. En mis tiempos libres (pocos) siempre escribo algunas ideas idiotas que se ocurren. Y una de esas ideas fue la de un niño al que le salía un bigote ¿raro, no? Lo bueno es que esta lesera les gustó en México y allí salió publicado El niño con bigote (que en Brasil se llama A menino da bigode… qué chistoso suena).
Podría haberme quedado tranquilo, pero quería tomar clases de golf (mentira, es un chiste). Entonces me dije: “Esteban ¿por qué no escribes un quinto libro de Julito Cabello?” y me respondí: “me parece una buena idea”. Y por eso salió Julito Cabello y las salchipapas mágicas, una historia llena de sabor peruano y otras leseras (como que María pasa ZZZZZZZZZZZZZZ todo el libro).
Después de todo esto, ustedes dirían: Por favor maestro, descanse un poco sensei. Pero yo les digo que no. Y por eso escribí una segunda aventura de María la Dura, que se llama Un problema peludo. Y, como podrán deducir, trata de esa cosa horrible que yo no tengo: pelos. Pero lo horroroso es que la pobre María sí los tiene, y donde no los quiere. Entonces, obviamente, le pide ayuda a su mejor amigo, Peter Punk (nada que ver con el canal Disney, ojo).
En fin. Después de escribir todas estas cosas me bajó agotamiento mental, pero no puedo parar, en serio. Parece que tengo una fábrica de tonteras en la cabeza.
Luego terminé mi sexto Julito Cabello (El diario fantasma, que tiene el doble de páginas, para hacer sufrir a los cabros flojos. Y que se ganó un premio de la Municipalidad de Santiago, ejem). Mientras tanto salió en México –sólo allá- un par de libros escritos en mexicano (o sea, con güey, carnal, tortas de jamón y eso). Uno se llama Martín Piquín contra los Buscapleitos de la escuela y el otro Martín Piquín, cuando la naturaleza llama. Y eso no es todo: salió en editorial Alfaguara el libro para pequeñines Dónde están mis patatillas (que es muy tiernuchi y es mi segunda cooperación con la flaca Ale Acosta) y otro en SM que se titula Arvejas en las orejas, que es en rima y que trata de la comida sana… esa que como poco, parece. Y como si fuera poco, junto a Marko Torres concebimos un par de libros sin diálogos, sino con puras onomatopeyas (ruidos tipo comic, para el que no cache). Uno se llama ZAP y salió en Zigzag y el otro es Sonar y soñar, en Norma.
Y como soy un espíritu inquieto (como Snorlax), escribí un par de libros con una heroína súper lenta, La Tortulenta, que tiene su continuación con Minihéroes contra la extinción. Con dibujos del crac Patricio Mena, ojo. En los siguientes años fue el turno de El horroroso monstruo lindo, con dibujos del maestro Leo Ríos, y la fábula ilustrada Malulito Maldadoso, al que le echan la culpa por todo por su nombre, pobre (tercera cooperación con Ale Acosta).
Después me puse fino y hípster y salió El niño terrícola, un libro álbum junto a la famosísima Frannerd.
Ya, para ir terminando, fue el turno de una historia gastronómico étnica, Anticucho de corazón, junto a Karina Cocq, y de un relato algo más seriote, Plutón. En este último unos cabros inquietos se comunican con un antiguo escritor de ciencia ficción que anda desaparecido. Y lo ilustró mi hermanito pintor, por siaca.
Justo antes de sacar mis últimas obras -el primer Julito Cabello en colores, Contra las tribus urbanas, y uno para mini niñas liberadas, que se titula 10 niñas piratas- fue el turno de cooperar en un colectivo llamado Cuentos sin fronteras. Allí vemos quién gana, las arepas o las marraquetas, en plan monstruoso eso sí.
Y en eso estoy, pues. Escribiendo más. Chau.
[17 de Abril 2020]