A ver, la mamá de este libro es también abuela de Courtney Love (la del grupo punk Hoyo), para que les vaya quedando en claro la chichita que van a tomar. Doña Paula Fox es una escritora DURA, que fue admirada en su época -antigua- por sus libros para vejetes y que también fue muy premiada por lo que escribió para los menos viejos (hasta con medallas). Y durante años no fue muy pescada por la intelligentsia, hasta que vino el Jonathan Franzen (ese que puro escribe libros como para cuarentenas, que pesan como dos kilos) y dijo: cabritos, reediten a esta abuelita, porque es crac. Lo dijo y así fue, a finales del siglo pasado.
Entonces, si usted es de aquellos que cree que la LIJ no es algo serio, las editoriales fancys andan reeditando a la doña Fox (que se nos fue hace como tres años atrás). Y si sigue pensando que es demasiado inteligente, ahí también está el mejor de Franzen, “Las correcciones” (los otros no los leí, porque sufrí un kilo con este porque NUNCA se terminaba y era tan re bueno, que confiaré en la leída opinión de terceros sobre los otros. Eso).
En fin. Que la fama reeditable de Paula Fox no es igual de eficiente con su obra juvenil. Y si mi intención era recomendar “La cometa rota”, les diré que es mucho más fácil encontrar un reemplazo para ministro de salud. Esta novela breve trata de un niño que descubre un doble secreto de su padre, quien vive separado de él y su mamá, en una casa en la playa. Uno: que está a punto de morir de Sida. Y dos, que no se contagió por una aguja infectada. Entonces, se trata de un libro directo y arriesgado, considerando -además- que fue publicado a mediados de los noventa, ojo.
Pero ese cuesta mucho encontrarlo, poh. Entonces, vamos por uno que está algo más facilito y que los dejará tan felices y animados como después de ver “La tumba de las luciérnagas” (están advertidos, que Ghibli no es puro jaja). Y se trata de “El baile de los esclavos”. El protagonista es un cabro chico que toca el flautín en las calles de Nueva Orleans y que es raptado por unos traficantes de esclavos. La razón es una bien extraña: lo quieren para que toque música en su barco, para que los esclavos salgan a bailar a cubierta. No es por buena onda de estos miserables esclavistas, sino para que no se mueran tantos de los prisioneros por inanición durante el lago viaje.
Como el libro es más bien realista, no se esperen un final buena onda. Digamos que para educar el paladar lector para todo tipo de sabores, este viene perfecto para aprender a cachar el amargo. Eso.
La danza de los esclavos. Noguer, España. 140 páginas. ISBN 9788427901414.