El océano al final del camino de Neil Gaiman – reseñas de cuarentena – 7

En elegante se dice “golpear el avispero”, pero ya que vamos en el libro siete, seremos más informales y procederemos a “patear la jaula”. Porque pese a amar mucho de la obra de don Neil Gaiman (menos su peli con Dave MacKean, que es un puro flop), este maravilloso creador de argumentos no es muy ducho en los buenos cierres de sus libros extensos. Ya, está dicho. Pasa en “Neverwhere”, en “Stardust”, en “American gods” (oh sí, y en este caso si que pasa), en “Los hijos de Anansi” menos, en “El libro del cementerio” también. En “Coraline”, un maravilloso libro que le gusta a todxs (es que es sustito gótico con súper protagonista cromosoma XX), el calce del final pasa raspando, digno, pero la orquesta de ratones… anda ya, Neil. Con una narración cortita, como “El galáctico, pirático y alienígena viaje de mi padre”, lo logra (su kriptonita son las novelas, las larguezas ficcionales, parece), lo mismo que en sus libros álbum del panda ese que estornuda y todo queda como Plaza de la Dignidad el día después. En fin. Con “Mitos nórdicos”, que toma las historias del loco Walhalla y las escribe en informal, como es la tradición la que va dictando los finales, todo ok. Pero, pero, ojo que hay un libro en que todo calza Pollo. Y ese es “El océano al final del camino”.

El protagonista, un sujeto cuarentón, decide visitar la casa en la que vivió cuando niño. Allí vivían las Hempstock, un grupo familiar atípico que arrendaba piezas y cuya integrante menor, Lettie, se hace amiga del mini protagónico. En este ambiente enigmático/gótico/nebuloso van ocurriendo diversas situaciones, pero es cuando un ser ominoso -que tiene el poco amedrentante nombre de “pulga”- se introduce en el niño que las cosas se alteran. Y el remedio, digámoslo, como que nunca termina de concluir.

Este sí que sí cierra impeque.

Y como complemento para el combo Gaiman, si alguien quiere sus aros de cebolla, allí está un capítulo en especial de Sandman, el comic que este cabro ayudó a redefinir (también se habla en docto aquí). Y de esto trata: este ser que da su nombre a la trama, el Señor de los Sueños, reúne en un bosque a Shakespeare y compañía para montar “Sueño de una noche de verano”. Y el público es ¡Oberón, Titania y toda la troupe original, hasta con Puck dejando la mansaca durante la presentación, viéndose representados por humanos! ¿Cultura popular, esa, la del comic? Jo jo. Ándate a ponerte al día con el bardo de Avon antes de leer más monitos como estos.

El océano al final del camino. Roca editorial, España. 240 páginas. ISBN 9788416240340.

Scott Pillgrim de Bryan Lee O’Malley – reseñas de cuarentena – 6

Ya, mucha letra, así que vamos un rato por los dibujitos. Y como hay más de algún niñx que vio la película (delirante, del mismo dire de la desopilante Shaun of the dead, algo así como steak and kidney pie + zombis), así podemos embutirles (de eso se trata, jajaja, ¿o no?) una saga de seis ejemplares dibujados y concebidos en su integridad (menos el coloreo, en la versión gringa) por el canadiense Bryan Lee O’Malley. El protagonista, de 23 años, es como para cachetearlo más de una vez, porque a veces es un perfecto idiota, pero también nos cae bien a ratos (hay tantos amigos así, ¿no?), así que iguals es posible empatizar con él (y su nombre viene de una canción del grupo de puras chicas Plumtree, cuyo videoclip tienen que ver. Son magistrales, pero se disolvieron -el grupo, no sus humanidades- hace como dos décadas = viejazo. Tienen tres discos, puras joyas).

El sujeto este, el Scott, se debate entre el amor de la preadolescente Knives Chau y su obsesión por la multiteñidora de su pelo, Ramona Flowers. Aparte, comparte habitación con el cínico y muy gay (él se define así, ¿ok?) Wallace Wells y toca el bajo con el grupo Sex Bom-omb. Pero es su coqueteo con Ramona lo que trae una cola inesperada: los siete exnovios malvados (SPOILER= uno es una), contra los que debe luchar en una serie de batallas entre surrealistas/ácidas y en plan videojuego. Todo en una estética bien de manga y con mucho humor (yes!).

Antes de forrarse con esta saga (que también tiene videojuego. O sea, analízate esta intextualidad, Gemma Lluch), este joven O’Malley escribió una novela gráfica sobre la búsqueda del interiorismo de uno mismo adolescente, durante un viaje en auto (o sea, un doble viaje, vaya). Esta MARAVILLA sólo ha sido editada en español por una comiquería mexicana, por lo que hasta que haya vacuna para el coronavirus, olvídense de leer “Lost at sea” (así, con el título en gringo, guey, quién sabe por qué). El otro libro de este autor es “Seconds” y llegó a Chile en algún minuto, pero es más para lectores tirando a los veintitantos, treintas, porque trata de una chef que está entera dudosa de su oficio, de independizarse, de sus amores y de un espíritu extraño que sale de un cajón. Entonces, para un lector de 18 o menos es lo mismo que ver “Escenas de la vida conyugal” de Bergman antes de haber recorrido alguna extensa meseta del afecto matrimonial = Zzzzzz.

Entonces, ya saben, son seis tomos. Igual es más barato que los manga regulares, que salen como a diez lucas el tomo y son chorrientos y en aumento por cada historia. Así que este canadiense es una ganga, visto desde esta perspectiva tan positiva y ahorrativa.

Scott Pillgrim 1 (Ustedes busquen el resto, vaya). Debolsillo, España. 168 páginas. ISBN 9788499081915

El ciclo de Terramar de Ursula K. Le Guin – reseñas de cuarentena – 5

Ya. Esta no es una autora, es una de LAS autoras. Y al igual que pasa, por ejemplo, con Ballard, que es uno de LOS autores, y no sólo de “esa leserita con electricidad, esa, la ciencia ficción”, Ursula K. Le Guin es mucho más que una cultora de “esa cuestión con dragones”. Nop. Y debido a que ella hizo “chistes” al respecto -lean sus ensayos en “Contar es escuchar”, que es careli, pero sin desperdicio-, si hubiera nacido hombre, mejor le habría ido. Seguro estaría hace rato instalada en una trinidad heteronormativa junto a Lewis y Tolkien. Pero no. Allí está ella, solita, y más grande aún, porque su obra es realmente extensa y variada -fue, ¡además!, traductora de Gabriela Mistral-, por lo que se les invita a seguir el hilo que va a continuación.

Si se quiere partir de lo que escribió para esxs niñxs que no dejarían subir a la montaña rusa -por tacuacos-, se acaba de editar en español, en Flamboyant, su saga de los gatos con alas, cuatro en un puro volumen (en lo que vendría siendo como un sincretismo del libro de Luis Sepúlveda, ¿no?). Eso es “Catwings”. Luego, para más creciditos, viene la saga a recomendar: Terramar (se me pararían los pelos si tuviera de puro escribir este nombre). Esta es la historia de un proyecto de mago, Ged, que de tan genial es leso. Y para demostrar que es genial, convoca a su propia sombra, lo que lo obligará a madurar a la fuerza, aporreado por las fuerzas sobrenaturales de un mundo en que el poder está en conocer el verdadero nombre de las cosas y seres. Esto se aprende en la escuela de magia de la isla de Roke (para los malpensados de rigor, el primer libro es de 1968 cabres, y la J. K. tenía tres añitos). Esto parte con “Un mago de Terramar”, sigue con “Las tumbas de Atuan” y “La costa más lejana” en un primer período, entre 1968 y 1972. Luego viene “Tehanu” y un servidor debe confesar que no le gustó el vuelco que dio en ese 1990. ¿Por qué? Lo cuenta nuestra ídola en un súper documental que está en Amazon ahorita mesmo, y tiene que ver con que el Terramar de antes fue escrito para un mundo hecho a medida de los hombres. Y en esta nueva entrega los machos proveedores no la llevan -Ged está en el invierno polar de su existencia, casi para hibernación-, y tanto la ex sacerdotisa de las tumbas de Atuan del segundo tomo, como una pequeña niña con la mitad de su cuerpo torturado, son quienes toman el pandero de la trama. Y a uno, que fue educado pensando en que “Dios también es hombre” y tal, se le produjo una tremenda disfunción cognitiva en su momento con este giro. Releyendo, igual es como si fuera una historia la de los tres primeros libros, y otra, la de Tehanu y “En el otro viento”, de 2001. Pero bueno. Doña Úrsula era la dueña de su archipiélago y por eso hace lo quiere, ¿ok? (eso pensé en su momento).

El hilo sigue y sigue y sigue, y si alguien quiere seguirlo, imposible no leer “La mano izquierda en la oscuridad”, donde un embajador llega a un planeta donde sus habitantes son hermafroditas (debe ser el peor resumen de la historia, pero es un libro alucinante, créanlo. Según ese guataca docto de Bloom, es su obra maestra aparte de las peripecias de Ged), o “Los desposeídos”, con otro visitante, pero de un planeta capitalista a su luna, donde se exiliaron los seguidores de algo como un anarquismo taoísta (¡éjale!). Y hay más y más. Si quieren una sinopsis intensa de la mano de K. Le Guin, pero bien hardcore, busquen el cuento “Los que abandonan a Omelas” y me cuentan. Uuuuuh (es chistoso = menos que cero, por siaca).

Ustedes se dirán, ¿y la peli cuándo, ah? Bueno, hay una de animación basada en Terramar que fue TAN mala (sorry, pero me dio hasta acidez), que Miyazaki tuvo que salir de su retiro después del condoro que se mandó su hijo dirigiéndola (y cooperó con Ponyo). Y antes hubo una versión para la televisión TAN ordinaria y rasca que, si bien recuerdo, aparece un puro dragón y de más que le pagaron por minuto de aparición, porque como que dice hola, se tira un flato de fuego, y chao.

En fin. Este año se supone que sale una serie y que ahora sí que sí, pero mientras tanto se les sugiere lo siguiente: hay dos volúmenes de bolsillo, cada uno con dos de los libros de la saga. Y están bien baratos, a $6.830 en Buscalibre, recién lo ví. Lo digo por toda la gente que me va a echar la culpa por comprar tanto libro. Así que ahora, ámenme, ¿vale?

Historias de Terramar 1. Booklet, España. 384 páginas. ISBN 9788445076682.

Historias de Terramar 2. Booklet, España. 480 páginas. ISBN 9788445076699